Este diálogo ficticio entre dos amigos le ayudará a comprender conceptos básicos del fenómeno mundial que tanto bien le hace a su bolsillo.
“No sé cómo sentirme al respecto”, dijo Carlos después de encender el motor. Mientras parecía inerte, su mirada era arrastrada por el movimiento de la aguja indicadora del combustible disponible. La línea roja pasaba de “E” (vacío) encaminada hacia “F” (lleno) como termómetro sacado de una hielera a mitad de desierto, todo el recorrido con un billete de Q100 dado al expendedor de gasolina.
“¿Cuál es tu pena?”, respondió Antonio entendiendo el origen del conflicto interno mas no la razón “te deberías sentir contento” - “¡Exacto!”- se volvió Carlos cuando escuchó el comentario preciso para dejar fluir sus penas. “Desde diciembre he usado el carro más que en todo el año pasado, voy, vengo, me desvío del camino, regreso y todavía así ahorro un poco. La idea me encanta, hasta estoy planeando viajes para Semana Santa. Pero...”- y cuando dijo esto la emoción que lo había hecho soltar el volante se fue - “... ¿cuánto va a durar esto? O lo que me da más miedo ¿Y si vuelve el precio al doble? ¡¿O al triple?!”.
Antonio, que había tenido las mismas dudas pero no a ese nivel dramático desde una semana antes, había conversado con varios expertos en el tema para que se las resolvieran. La información la tenía fresca: “Vos arrancá y yo te voy explicando en el camino”. Carlos, más curioso que calmado, echó a andar el vehículo.
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